MÓNICA VÁZQUEZ AYALA
VISUAL ARTIST / FINE ART PHOTOGRAPHER
EXPOSICIÓN CAC MÁLAGA LA CORACHA
La muestra de Mónica Vázquez Ayala, “Ausencia”, se presentó el 13 de diciembre de 2020 en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga.
En la exposición, comisariada por Almudena Ríos, se muestran más de setenta obras entre fotografías y fotografías-objeto que abarcan casi una década de su trayectoria artística – en el período de 2010 hasta 2019- y pone de manifiesto los diferentes procesos de crecimiento personal e inquietudes que preocupan a la artista afincada en Málaga, mediante la figura humana como elemento recurrente en su obra o espacios cotidianos.
La ausencia, el miedo, la humildad, la melancolía o la autocrítica son algunas de los aspectos relacionados con las emociones que la artista plasma en su obra a través de una estética muy cuidada influida por la historia del arte. Con esta exposición el centro continúa consolidando la programación de artistas de proximidad en CAC Málaga – La Coracha.
El título de la muestra “Ausencia” tiene como origen una reflexión de la artista acerca del vacío que deja su hijo cuando se marcha, aunque finalmente hace referencia a la falta de presencia de los padres en la vida de su hijo. La exhibición recoge una serie de inquietudes que han hecho crecer como persona y como artista a Vázquez Ayala a través del sentimiento de ausencia en aspectos cotidianos de la vida.
Las obras de Mónica Vázquez Ayala se caracterizan por la creación de espacios donde destaca la pintura, la escultura, la instalación o la acumulación de objetos que junto a la presencia de la figura humana forman una composición escénica que otorga de sentido a su obra.
Algunos de los aspectos fundamentales en las piezas de la artista son el empleo de la desnudez de la figura humana como herramienta para completar de significado sus obras y materiales desechables o residuos como metáfora a la negatividad o conflictos que rodean al ser humano.
La artista otorga de significado todos los detalles que giran en torno a su obra a través de la disposición de los objetos o desechos a modo de horror vacui recreando escenarios, que en ocasiones, se acercan a lo kitsch o están influidos por obras clásicas de la historia del arte.
En esta última etapa, Mónica Vázquez Ayala se ha centrado en la recreación de algunas de las fotografías perteneciente a algunas de sus series empleando la técnica del 3D o el collage, donde superpone capas de la misma foto y/o recorta diferentes elementos consiguiendo este efecto, denominadas fotografías-objeto o fotografías intervenidas.
En sus obras se observan influencias de artistas como Eugène Atget, Robert Capa o Julio Ubiña por su forma de tratar lo cotidiano, Hausmann por la combinación de elementos contradictorios, Man Ray por su fascinación y sus matices surrealistas en algunas ocasiones, o el aspecto poético de Boubat.
http://cacmalaga.eu/2020/10/16/monica-vazquez-ayala-2/
TEXTO DE LA CRITICA DE ARTE E HISTORIADORA AMALIA GARCIA RUBI PARA EL CATÁLOGO DE "AUSENCIA"
MÓNICA VÁZQUEZ AYALA, EL INCONSCIENTE DESNUDO
Amalia García Rubí
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Cada uno de mis proyectos parten de un proceso en el que descubro mi inconsciente. Con estas palabras Mónica Vázquez comienza el texto de presentación de su exposición “Ausencia”, en las salas de La Coracha del CAC de Málaga. La artista afirma haberse enfrentado a uno de los retos más importantes de su carrera, tanto por la complejidad del espacio expositivo, dividido en dos plantas de considerables dimensiones, como por la indudable carga emotiva y también logística que ha supuesto para ella el proceso de selección y ordenación de casi un centenar de imágenes fotográficas, muchas veces difíciles de extraer del contexto en el que fueron creadas, para ser reintroducidas en un entramado global cuyo resultado último pueda ofrecer al espectador una lectura de conjunto coherente y comprensible, sin por otro lado renunciar a los intereses fundamentales de la autora.
Ausencia, es por tanto y, antes que nada, la consecución de una andadura vital prolongada en el tiempo, jalonada de sucesos, emociones, reflexiones, caídas y remontadas, no siempre sencillos de sintetizar, ante los cuales Mónica Vázquez opta desde el inicio por dejar una vía de escape al inconsciente como ámbito eficaz de creación y recreación al tiempo que puente de unión del yo con la realidad. En ese contacto que trasciende lo aparente para alcanzar lo recóndito, la desnudez se hace cargo no solo de su fisicidad real, sino de su función comunicativa experimental, empírica, táctil: es la permanencia de nuestro cuerpo lo que hace posible la experiencia del mundo (…) Solo por medio del cuerpo franqueamos las barreras de nuestra individualidad y nos abrimos al universo de símbolos de la cultura
Una vez, pues, aclarado el primer significado del cuerpo como punto de partida en la obra de Mónica Vázquez, no tanto desde la idea de reinvención permanente, propia de las tendencias vinculadas al body art, sino entendiendo su entidad mediadora esencial entre mi ser individual y mi entorno natural o social, cabría en las páginas siguientes hacer un recorrido, siquiera sumario, por las distintas facetas temático-formales que la artista ha desarrollado a lo largo de su trabajo, teniendo siempre presente lo corporal humano como eje articulador de todas y cada una de las partes que configuran esta obra y en general un amplio segmento de su trayectoria creativa.
Antes de pasar a intentar desgranar los enigmas que esconden las fotografías de Mónica Vázquez, me gustaría hacer un apunte último sobre aquellos rasgos comunes, tanto desde una perspectiva puramente estética como desde un enfoque si se quiere más conceptual, que de manera casi obsesionante se repiten a través de varios léxicos, en las imágenes creadas por la artista a lo largo de los últimos años, las cuales hallamos extraordinariamente agrupadas en esta individual del CAC.
En primer lugar, el comentado recurso al desnudo como lenguaje en íntima relación con los lugares de ubicación, ya sean dados (paisajes, interiores) o artificialmente creados (escenografías-ambientes), adopta en estas fotografías una gran cantidad de registros formales, al tiempo que denota la necesidad de salvaguardar una continuidad visual mediante la repetición de ciertas estructuras compositivas. Entre otras, el juego de perspectivas, ya sean a la altura de los ojos o en fuertes picados, los enfoques desde lo más alejado hasta los planos más cortos y concentrados, el posado de espaldas y la ocultación del rostro de los modelos a veces deliberadamente “decapitados” por el encuadre, la aparente inmutabilidad expresiva de los protagonistas para incrementar la sensación de aislamiento de la acción, el movimiento congelado de las anatomías mediante el estudio de escorzados y tensionados casi manieristas, el estudio de reflejos, texturas y matices lumínicos que denota la importancia concedida a los detalles sensoriales, la cuidada disposición de los objetos/basura en un desorden ordenado horror vacui que agudiza el sentido de lo teatral mediante el attrezzo ornamental a veces lindante con lo kitsch. Estas últimas características especialmente manifiestas en la serie dedicada a los tableau vivant sobre mitos, dioses, héroes y fetiches literarios o artísticos, agrupados en Never be a Robot. Por fin y de manera muy resumida, mencionar la extraordinaria capacidad de Mónica Vázquez para convertir lo real en imaginario y a la inversa, echando mano de la narración fragmentada, las asociaciones semánticas y el poder simbólico de la representación, construyendo territorios de confluencia entre dos contrarios siempre yuxtapuestos: el ser perdurable y el ser mudable.
LA ESPERA Y EL ABANDONO
Tal y como nos cuenta la propia artista, el título “Ausencia”, retomado de la obra en blanco y negro que abre la exposición, en la que un joven taciturno, sale de una silueta de cartón toscamente fabricada, emulando su propia sombra tétricamente triste, tiene que ver con un hecho personal contradictorio, descubierto casi por azar, que inopinadamente llevó a la artista a experimentar el sentimiento de “culpa”. Este pensamiento taladrador transferido en la cultura judeocristiana a la noción de “pecado” se halla muy ligado a la experiencia de mujer-madre (mala madre), encabezamiento de una serie de imágenes relacionadas con las consecuencias provocadas por el abandono familiar. Sobre el sentimiento de culpa, ya Freud argumentó que, en nuestra cultura, el sentimiento de culpabilidad se impone a la conciencia con excesiva intensidad (…) Además de explicar su causalidad como una necesidad inconsciente de castigo. Para concluir que el comportamiento errático del que a menudo no somos conscientes, engendra inexorablemente otras variantes internas como la “angustia”, el “miedo” o el “remordimiento” (en relación al pecado). Y en esta cadena de causa-efecto, la severidad del super-yo (la conciencia) produce la angustia subyacente a todas estas relaciones (…) el impulso a la destrucción interna . La autodestrucción como modo de paliar nuestro sentimiento de culpabilidad, al tiempo que la lucha del yo por liberarse de su yugo, se halla también latente en las intenciones interpretativas subliminales si no claramente explicitadas en una obra que nos sitúa siempre al borde del abismo, entre dos polos contrapuestos, la luz y la oscuridad, el amor y el odio, la vida y la muerte.
EROS Y THANATOS, DE AMOR Y MUERTE
Detrás de muchas de las imágenes agrupadas en la amplia serie “Lugares Abandonados, Testigo y Ermitaño” , a mi juicio una de las más interesantes aportaciones de esta exposición, aparece de soslayo ese “oscuro objeto de deseo”, el erotismo y su negación como búsqueda subconsciente, una de las emociones más contradictorias y con mayor impacto e influencia en la historia del arte, tanto desde su calidad de recurso mitológico como en aquello que ahora más nos interesa: su expresión profunda del ser dual o el desdoblamiento de identidades plasmado en el pensamiento rimbaudiano “Yo es otro”.
Eros y Thánatos es sin duda el mejor reflejo de los instintos freudianos básicos que Bataille llevó a lo subversivo embriagador dando una vuelta de tuerca más al depredador e incitador desencadenamiento de deseos humanos. Un tema que de manera casi involuntaria nos conduce de lleno al surrealismo y sus concesiones sobre lo bello libérrimo y lo destructivo horripilante. O como mejor explica el siguiente párrafo de O.J. González Molina en su ensayo sobre Historia del Ojo: El placer unido a la muerte, el Eros entrelazado con el Thánatos, despliega la perversidad humana que se resume en ese sentimiento límite que nos instala en una situación ambigua, donde experimentamos con igual ahínco y fascinación tanto el goce extremo como el dolor lacerante.
“El miedo al abandono, amontona basura emocional y lleva a la decadencia”, nos recuerda Mónica Vázquez. Sin embargo, podríamos añadir que, frente a ese temor racionalmente interiorizado y plasmado en cuerpos desvalidos, extraviados e incomunicados, aparecen otros extrañamientos subconscientes abiertos a emociones como pudieran ser la atracción fatal hacia lo abismal y siniestro, el viaje hacia el mundo desconocido de los sueños o el poder de seducción de lo prohibido, donde se hace patente la mirada testimonial e indiscreta del ojo-vouyer (“testigo ocular”), al que debemos contraponer “el ojo en estado salvaje” prefigurado por André Bretón, es decir, aquél que existe liberado de todo prejuicio o convención. Una verdad surrealista que, huelga decir, fluye de manera natural e imparable a lo largo de toda esta exposición. Pero también el ojo que duerme, y ve en la oscuridad mundos vetados a los sentidos. El surrealismo reivindicó el sueño como “la otra mitad de la vida”: un espacio de afirmación, no sólo del deseo, sino de todo aquello que no conseguimos alcanzar mientras estamos “despiertos”. Un arco que fluye: eros, luz, conocimiento
MUJER DURMIENTE, EL SUEÑO DE ARIADNA
La poética del sueño, toda vez que se ha desvelado como elocuente inspiración del surrealismo, es sin duda una de las constantes más evidentes en la obra de Mónica Vázquez. La mujer durmiente, está presente en las delicadas imágenes que configuran el apartado Sobre la Vulnerabilidad, extensible, asimismo a otras series como Seguir sonriendo o Sobre la luna. Por no citar algunos títulos de obras aisladas donde la palabra “sueño” aparece rotulada, como El Sueño de Rousseau, dentro de las revisiones que hace la artista sobre la historia del arte, dedicada en este caso al pintor Henri Rousseau, El Aduanero, quizá la más célebre figura “protosurrealista”, admirada por pintores y fotógrafos como Ernst, Carrington o el mismo Breton. La actividad del sueño era considerada altamente productiva por Breton y sus seguidores, desde aquel famoso aforismo, “No molestar, el artista trabaja”, hasta las intrincadas conexiones del subconsciente que rigen un arte a pleno rendimiento, desconocido para la mente despierta. Soñar con los ojos cerrados y también abiertos, parecen hacer las mujeres y hombres de Mónica Vázquez mecidos por extraños vaivenes accidentales que escapan al devenir del tiempo de vigilia. En ese viaje interior, nos asalta el deseo irreprimible de surcar mundos psíquicos no menos reales, como hicieron las primeras fotógrafas liberadas del relato “coherente “(Cahun, Miller, Oppenheim); territorios revelados solo parcialmente por el estado de letargo que produce el ensueño. Atrapados en las redes invisibles del pensamiento semiconsciente, vaciadas sus mentes de toda existencia sobrevenida, los protagonistas de esta obra caminan espectrales, se detienen, se alzan, danzan, contonean y estremecen, para finalmente caer rendidos sobre sí mismos, presos del recelo, quizá, a dar el salto definitivo. La sordidez del paisaje derruido, la habitación fría y anodina, el espejo o el diván, son su última vía de escape, para vencer toda negación, toda censura. Es la catarsis de Ariadna en su lecho de amor, la copa rebosante de néctar ambrosiano la que se esparce subyugante en el festín del sueño fortalecedor y la siniestra pesadilla reconfortante. Pero también la asfixiante sensación de debilidad y desprotección insoportable, un ahogo que permanece, sin remedio, en el encierro de la vida. Ante todo, mis sueños son un licor, dirá Artaud en “El soñador defectuoso”. Y continúa: Ni en la vida de mis sueños, ni en la vida de mi vida, alcanzo la altura de ciertas imágenes. Todos mis sueños carecen de salida, de fortaleza, de plano de la ciudad … El grito de Artaud es una batalla constante contra la representación de la vida tal y como se piensa, su antirracionalismo encuentra en lo corpóreo de lo soñado el otro saber ilógico fruto de la experiencia intensa del ser en su mismidad. También el grito sordo de estas esposas, amantes, madres e hijos absortos en lo insólito del mundo alrededor, expresan el punzante y vertiginoso eco primordial de la vida.
DEL LABERINTO A LA HABITACIÓN VACÍA
La sensación de enclaustramiento laberíntico que muestra a los seres dolientes de Mónica Vázquez incapaces de su liberación total, es otra de las constantes que se transmiten con mayor sutileza y al mismo tiempo de manera muy vehemente en la mayoría de estas fotografías. Ya sea a través de juegos de espejos que esconden realidades ambiguas, ya se desprenda de la carne huidiza convertida en estatua, maniquí, reflejo, ya por medio de habitáculos angustiantes, paredes desconchadas, cristaleras, redes, cajas de cartón que obligan a contorsiones imposibles… En todos los casos, el desasosiego viene provocado por la inconclusión de una acción que parece volver una y otra vez al mismo punto de partida, una espiral infinita que se sucede a través del tiempo-espacio circular, un eterno retorno hipnotizante y aterrador. En esa nueva dimensión que abraza la aparente normalidad de estas imágenes, la incertidumbre se cuela por entre las luces cálidas-gélidas de una habitación sin vistas, cuyas ventanas vermeerianas iluminan a duras penas el tálamo desecho, de sábanas todavía calientes, creando un efecto de naturalismo fotográfico insospechado.
Nos estamos refiriendo al conjunto de fotografías de La salita verde… una de las últimas secciones de esta espléndida exposición que hablan del vacío, de la nada que deja la muerte tras su paso. Aquí sobrevuela una atmósfera de realismo oprimente, cuyo misterio casi cinematográfico no encontramos de manera tan esclarecedora en otras obras. La ventana pone indirectamente en conexión exterior e interior siendo al mismo tiempo frontera infranqueable, un elemento de extrañamiento que deja en suspense lo que hay al otro lado. El enfoque en perspectivas cortas y estáticas, frontales o levemente altas, transmiten de antemano el silente reposo propio de cualquier estancia doméstica. Asimismo, las luces tamizadas por transiciones que van de la intensidad casi cegadora del vano al claroscuro de zonas interiores de la habitación, dan una sensación de espacio verdadero, humano, vivido. Hay además, en todas estas imágenes de serena nostalgia, un diálogo de carga dramática entre los objetos y su memoria, que agudiza el componente metafórico de lo común a través de su intencionada personalización.Y en definitiva, como ocurre con todas y cada una de las obras que conforman la individual de Mónica Vázquez en las salas del CAC, está el esfuerzo sincero de una fotógrafa con carácter, cuya meta última es llegar a las entrañas mismas de su realidad, y hacerlo sin cortapisas, a través del conocimiento de la imagen artística y su dimensión más allá del mero valor de culto. O como dijo Benjamin: Con la fotografía, el valor de exhibición comienza a vencer en toda regla al valor ritual del arte .
Septiembre 2020
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José Jiménez, Imágenes del hombre, Fundamentos de estética. Madrid 1986, p. 100
Sobre este tema, véase Patricia Mayayo, La reinvención del cuerpo, en Tendencias del Arte, Arte de Tendencias, Ensayos Arte Cátedra, Madrid 2004/2009 (2ª ed.), pp. 86-87,
Sigmund Freud. El malestar en la cultura y otros ensayos. Madrid, 2006. Ed. Alianza, p. 116
Ibídem, p. 117
Oscar Javier González Molina, La oscura búsqueda del placer: una aproximación a los caminos del Eros y el Thánatos en la Historia del ojo de Georges Bataille, p.23
Citado por Francisco Calvo Serraller, en su ensayo La teoría artística del surrealismo, dentro del libro El surrealismo, dirigido por Antonio Bonet Correa, Ed. Cátedra, Madrid 1986, p. 44
José Jiménez, Somos plenamente libres, catálogo de la exposición sobre Las mujeres artistas y el surrealismo, Museo Picasso de Málaga, 2017, p.149
Antonin Artaud, El Arte y la Muerte/ Otros escritos, 1929. En ed. Caja Negra, Buenos Aires 2005. p. 95
Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, México D.F 2003. p.58
Ausencia [Mónica Vázquez Ayala]
Por Elena Pedrosa para Clavoardiendo Magazine
La soledad y la vulnerabilidad frente a la unidad y la empatía son las emociones básicas que experimentamos en situación de apego en las relaciones humanas. Superar los procesos de duelo emocional, con todas sus fases, la sensación de abandono, la aceptación del vacío, el reconocimiento a través de la memoria…todo ello está representado en “Ausencia”, muestra expositiva de Mónica Vázquez Ayala que se puede visitar hasta el 13 de diciembre en CAC Málaga-La Coracha.
Partir de la ausencia del hijo para darse cuenta de la propia relación como padres podría ser la base conceptual que sirve de hilo conductor a esta narrativa intimista en la que la autora, a través de más de setenta obras entre fotografías y fotografías-objeto, abarcando casi una década de su trayectoria artística, nos muestra como proceso de catarsis y de aprendizaje.
La autodestrucción, la basura emocional o el positivismo tóxico, son parte de esas sombras cuya consciencia supone el proceso de sanación. En símbolos como la luna en relación con la luz y la sombra, la fecundidad o el instinto, los arquetipos de los cuentos populares, o incluso una colección de retratos familiares, encontramos el camino hacia aquellos lugares cotidianos de la psique donde encontrar la fuerza. Este discurso emocional, unido a la experimentación estética con la obra-objeto, convierten esta muestra en un lugar donde observar una particular visión de las posibilidades que el medio fotográfico nos ofrece.
En palabras de Amalia García Rubí en el catálogo de la exposición, «Ausencia, es por tanto y, antes que nada, la consecución de una andadura vital prolongada en el tiempo, jalonada de sucesos, emociones, reflexiones, caídas y remontadas, no siempre sencillos de sintetizar, ante los cuales Mónica Vázquez Ayala opta desde el inicio por dejar una vía de escape al inconsciente como ámbito eficaz de creación y recreación al tiempo que puente de unión del yo con la realidad.»
Destacan los organizadores de la muestra “influencias de artistas como Eugène Atget, Robert Capa o Julio Ubiña por su forma de tratar lo cotidiano, Hausmann por la combinación de elementos contradictorios, Man Ray por su fascinación y sus matices surrealistas en algunas ocasiones, o el aspecto poético de Boubat”; a mí sus trabajos me llevaron desde el conceptualismo de Sophie Calle a la honestidad de García Alix, pasando por ese lado Kitsch y humanista de Diane Arbus, referencias que no son más que espejos en los que otros nos miramos o miramos al arte. Si en algo destaca Mónica es en su trabajo auténtico y personal.
Aparte de fotografía, el arte ha sido una herramienta para ti en distintas disciplinas, y eso se nota en tus fotografías-objeto. ¿Cuál fue tu primera inquietud artística y cómo te acercas a la fotografía?
Cuando era pequeña mi padre me regalaba libros de pintores y pinturas al óleo y me pasaba el día ojeando, observando cómo plasmaban la luz y copiando en lienzos lo que veía. Luego estudié joyería, diseño de joyas y gemología y fue con veintimuchos cuando descubrí la fotografía en Barcelona. La fotografía fue un medio para plasmar lo que siempre quise pintar. Salía a la calle con mi cámara analógica prestada y me convertí en una voyeur (de hecho tengo una serie de fotos hechas durante varios años en un festival de rocanrol, con ese título “La voyeur”)…pero creo que ya desde mi infancia me gustaba observar a las personas. De hacer instantáneas en la calle comencé a hacer retratos en casa, que me resultaba más cómodo y podía crear un personaje con lo que tenía a mano y de ahí a crear escenarios pintando fondos sobre cartones.
Detalle de obra expuesta ©Mónica Vázquez Ayala, fotografía de Elena Pedrosa
La plasticidad y la forma de encarar tus trabajos desprende una originalidad fuera de las modas más contemporáneas, pero a la vez se trata de un trabajo fresco y actual. ¿Cómo te sientes y has sentido en el panorama de la fotografía artística en nuestro país?, ¿qué piensas del movimiento en el que se envuelve la trayectoria de la nueva fotografía en la última década?, ¿te sientes representada o representante?
Me halaga que veas mi trabajo de esa manera. No me siento que esté en el panorama, vivo bastante aislada de todo y no me entero mucho. Suelo mirar de lejos todo el tema del arte; hay demasiada información y llega un momento en el que te desensibilizas y te quedas vacía. Pero me gusta lo que veo, hay artistas que le están dando a la fotografía el lugar que se merece. En cuanto a sentirme representada, funciono por libre y ¡para ser representante me quedan kilómetros por recorrer!
Siendo de Madrid, aunque residente en Málaga, supongo que has tenido ocasión de comparar el movimiento artístico y fotográfico del centro y de la periferia, ¿cómo crees que influye en tu manera de crear tu hábitat y el lugar de expansión de tu trabajo?
Nací en Madrid por un capricho de mi madre, pero soy de Marbella y creo que mi crecimiento ha ido en positivo paso a paso gracias a mi pueblo donde al fin y al cabo creas una “familia”, que son tus amigos, que tienen tus mismas inquietudes o profesión y que como un colectivo, nos hemos apoyado mutuamente y esto ha creado la base de mi pequeña trayectoria ; quiero decir que si viviese en la capital donde hay más anonimato, hubiese sido más difícil, o no, quien sabe..
Este último año ha sido para ti una eclosión de acontecimientos, como la participación en MECA Mediterráneo Centro Artístico dentro de PhotoEspaña 2019, o la exposición individual que el CAC Málaga la Coracha dedica a toda tu trayectoria a partir del proyecto “Ausencia”. ¿Cómo estás viviendo este momento?, ¿qué otros hitos y logros artísticos te han llevado hasta aquí?
Ha sido muy buen año para mí y me siento muy afortunada y muy agradecida. Ahora mismo estoy con la depresión post parto (XD), con el vacío que se suele sentir tras un esfuerzo creativo y el estrés de exponer tu persona a muchos más espectadores de los que estoy acostumbrada. Pero me siento muy satisfecha porque me he dado cuenta de la capacidad de trabajo que tengo y quizá un poco preocupada de que no se entienda bien el discurso.
Al observar las distintas series de tu trabajo expuesto en el CAC, se advierten influencias muy conceptuales y otras más cercanas al relato de experiencia, desde el juego de la identidad a lo Sophie Calle hasta el homenaje a lo cotidiano de García Alix e incluso con guiños a Diane Arbus, ¿son estos tus referentes o hay otros?
Conscientemente no tengo influencias, empecé a estudiar tarde a los grandes fotógrafos, supongo que mi inspiración más que nada viene de una mezcla de la pintura y el cine. A veces parto de la idea de crear algo bello y mi subconsciente y las circunstancias del momento crean la obra y en otros casos, cuando comienzo con una idea preestablecida, intento controlar el resultado, pero al final es el inconsciente el que lleva las riendas, por mucho que me empeñe. Salvo la obra en la que retrato a un niño haciendo una mueca, que es un homenaje a Diane Arbus.
El papel autobiográfico de tu obra está presente en tus autorretratos y a través del desnudo, ¿es el cuerpo una herramienta de trabajo o sólo una metáfora?
Es ambas cosas; para mi es lo más cómodo para trabajar sin depender de horarios, además de que estoy hablando de algo muy intimo y necesito de la soledad para conectar con ese sentimiento. La verdad es que disfruto mucho esos momentos.
La ausencia y el abandono son temas recurrentes en esta muestra expositiva del CAC Málaga, ¿qué te mueve a hablar sobre el vacío?
Como antes he comentado, trabajo mucho con mi subconsciente y por ende con el colectivo (los temas que toco son sentimientos muy comunes) lo cual me ha llevado a descubrir patrones familiares que he intentado sanar con el proceso de creación y espero que algún espectador se sienta reflejado.
La fantasía y los cuentos están presentes en algunas de tus series más ficcionalizadas, ¿qué papel juegan en tu trabajo, son recuerdos de infancia, alegorías sobre estereotipos sociales o una aportación al juego?, ¿te gusta inventar ficciones o es tu forma de representar la realidad?
Son, como en el “Sueño de Rousseau” y “El principito”, partes de mi infancia, o juegos, como en “Neptuno” “El Arcángel Miguel” y algunos retratos, también son personajes que percibo que forman parte del modelo como “Caperucita Roja” o “Gengis Kan”.
Hablo de la realidad metafóricamente; por ejemplo la basura en la serie “Never Be A Robot” habla de la importancia de cómo nos relacionamos con las demás personas, de que cualquier acto importa y que un mal gesto o una palabra es violencia y es maltrato, ya sea a la cajera del súper a tu pareja o a un familiar…
Hay mucho de filosofía o misticismo en tu trabajo y en los textos que los acompañan. En la serie “About the moon” dices: “soy el espejo universal, cada cual puede verse en mi”, ¿qué experiencias vitales te llevan a esas reflexiones?
Es parte de un texto maravilloso de Jodorowsky para la carta de la Luna del Tarot de Marsella.
El espejo lo he trabajado desde mis comienzos, hice una serie que se llamaba el “El espejo de la panadera” donde hice retratos a los clientes de una panadería y el discurso era que la panadera veía algo suyo en cada unos de sus clientes, también hice la serie “Hago fotos a sueños rotos, para que el mío no se destruya” trabajaba en una cafetería y les preguntaba a los clientes qué querían ser de pequeños y por nimiedades tonterías, cada uno de ellos nunca cumplieron su anhelo, con lo cual aprendí mucho de la fragilidad humana. Y por último la serie que está en el CAC Málaga La Coracha “Sobre la vulnerabilidad” la obra “Yo soy Tú” en lo que te fijas es lo que tú eres o lo que ves es lo que tú eres. De hecho el espejo es una manera de ver la vida y de responsabilizarse de tus pensamientos y de tus actos.
Imagen obtenida de la web de CAC-Málaga ©Mónica Vázquez Ayala, «Yo soy tú», 2014.
La autenticidad, la cercanía y la emoción se desprenden de la parte más autobiográfica de tu trabajo, en la que vemos en repetidas veces la imagen de tu hijo, ¿cómo influye vuestra relación en tu proceso de creación y por qué lo eliges como protagonista en este momento?
Me di cuenta que había estado tan metida en mi durante años cuando cree La obra “Ausencia”, en la cual en principio iba a plasmar el agujero que mi hijo deja cuando se va y la obra se reveló como todo lo contrario. Y de ahí parte el recorrido por todos los proyectos en los que he estado inmersa. Desde que nació mi hijo me ha enseñado muchísimo sobre la vida y sobre todo sobre mi , me ha ayudado a evolucionar y a cambiar patrones de comportamiento.
Imagen obtenida de la web de CAC-Málaga ©Mónica Vázquez Ayala, «Ausencia», 2019.
El compromiso social está presente en algunos trabajos como “Espacios abandonados” o “Una historia humana de abejas”, en los que, aparte de bucear en los sentimientos más íntimos y comunes del ser humano, también se alude a cuestiones como la basura y la vida de los insectos, entiendo que no es una relación casual, ¿cómo es la faceta más social de Mónica como persona?
Entiendo que todo es perfecto y que lo que estamos viviendo es un proceso de aprendizaje del humano y que como parte de el proceso está el hacernos conscientes. Los artistas tenemos parte de responsabilidad en la concienciación, en generar pequeños clics que nos acerquen a la verdad y que poco a poco nos hagan cambiar la escala de valores.
Ante el individualismo del artista, sin embargo tiendes a acercarte a colectivos de creación, como Vilano Estudio o Colectivo FAMA, ¿crees que es el futuro del arte o es algo coyuntural en esta situación social que vivimos?
La unión de las personas para un bien común siempre ha sido enriquecedor, cuando un grupo de personas pone sobre la mesa y comparte lo que tiene se crea algo muy poderoso. Vilano Estudio es un colectivo multidisciplinar donde los integrantes somos como una familia y los proyectos realizados y los que estamos preparando, no hubiesen sido posibles sin el aporte de cada uno. El Colectivo Fama al cual es un honor que me invitases a formar parte, creo que va por el mismo camino gracias al equipazo formado por grandes profesionales y buena gente.
Detalle de obra expuesta ©Mónica Vázquez Ayala, fotografía de Elena Pedrosa
Mónica Vázquez Ayala (Madrid, 1972) estudió fotografía analógica y laboratorio en Barcelona, además de laboratorio de imagen, y otras disciplinas como joyería, diseño de joyas y gemología en Madrid. Entre las exposiciones individuales que ha realizado la artista destacan Mala Madre o Ausencia, en Huber Art and Food, Marbella, Málaga (2019). N3V3R 83 4 R0807 en la Galería Ignacio del Río, Málaga, (2016), “Rescatando Al Artista”. Retrospectiva y análisis de la obra de la artista por el crítico e historiador de arte José Manuel Sanjuan, Museo Del Grabado Español Contemporáneo, Marbella, Málaga (2015) o El Espejo De La Panadera en el Museo Del Molino De Ojén, Málaga (2005), entre otras. Destaca también su participación en PhotoEspaña 2019 en la sede del espacio MECA Mediterráneo Centro Artístico (Almería).