MÓNICA VÁZQUEZ AYALA
VISUAL ARTIST / FINE ART PHOTOGRAPHER
LA SALITA VERDE DE MI ABUELA AURORA
THE GREEN ROOM OF MY GRANDMOTHER AURORA
Mi abuela, para su época, era una punk. Durante la postguerra española el estudiar en Lausana (Suiza) y vivir en París, potenció su visión de mujer libre. Cuando llegó a Barcelona la metieron en el calabozo por escándalo público bajo los insultos de “putita francesa”; llevaba biquini en la playa, fumaba en pipa, llevaba boina y trajes de chaqueta, hablaba francés y su cantante favorita era Edith Piaf. A los 19 años, quedó embarazada de un señor de Menorca, al cual no le dejaron casarse con ella, y ella, que estaba perdidamente enamorada (y lo estuvo hasta su muerte), tuvo a mi madre y antes de tirar la toalla, trabajó dando clases de francés en un internado al Rey Juan Carlos de Borbón y a sus compañeros, mientras mi madre estaba en otro internado en San Sebastián desde los 4 años. Él no tuvo más hijos ni esposa. En Resumen; tuvo una juventud interesante y azarosa, pero finalmente la realidad de esa época y la presión de algunos familiares y clérigos, pudo con sus ansias de libertad. Mi abuela, que era una rebelde, se casó, se convirtió en ama de casa y madre de tres hijos y comenzó a coleccionar cosas, a arreglar su casa y a contar historias de su pasado con dolor disfrazado de humor. La salita verde era una especie de santuario, un cuarto donde no dejaba entrar a nadie, sólo para enseñar con orgullo la decoración. Tenía un montón de ropa, joyas y objetos (como vajillas etc.) que nunca usaba; las guardaba para un día especial. También guardaba antiguas cartas de amor, correspondencia , documentos y revistas que no dejaba que tocase nadie bajo amenaza de maldición.
Cuando mi abuela murió y a los pocos
años mi abuelastro, sus propios hijos regalaron y tiraron casi todo y desmontaron su salita verde.
Ahora es un dormitorio para invitados, donde su huella queda en las paredes y en la luz que entra por la ventana.
“Vivimos tanto como la última persona que nos recuerda.”
El siguiente texto es de la critica de arte e historiadora Amalia García Rubí sobre mi proyecto "La salita verde de mi abuela Aurora":
DEL LABERINTO A LA HABITACIÓN VACÍA
La sensación de enclaustramiento laberíntico que muestra a los seres dolientes de Mónica Vázquez incapaces de su liberación total, es otra de las constantes que se transmiten con mayor sutileza y al mismo tiempo de manera muy vehemente en la mayoría de estas fotografías. Ya sea a través de juegos de espejos que esconden realidades ambiguas, ya se desprenda de la carne huidiza convertida en estatua, maniquí, reflejo, ya por medio de habitáculos angustiantes, paredes desconchadas, cristaleras, redes, cajas de cartón que obligan a contorsiones imposibles… En todos los casos, el desasosiego viene provocado por la inconclusión de una acción que parece volver una y otra vez al mismo punto de partida, una espiral infinita que se sucede a través del tiempo-espacio circular, un eterno retorno hipnotizante y aterrador. En esa nueva dimensión que abraza la aparente normalidad de estas imágenes, la incertidumbre se cuela por entre las luces cálidas-gélidas de una habitación sin vistas, cuyas ventanas vermeerianas iluminan a duras penas el tálamo desecho, de sábanas todavía calientes, creando un efecto de naturalismo fotográfico insospechado.
Nos estamos refiriendo al conjunto de fotografías de La salita verde… una de las últimas secciones de esta espléndida exposición que hablan del vacío, de la nada que deja la muerte tras su paso. Aquí sobrevuela una atmósfera de realismo oprimente, cuyo misterio casi cinematográfico no encontramos de manera tan esclarecedora en otras obras. La ventana pone indirectamente en conexión exterior e interior siendo al mismo tiempo frontera infranqueable, un elemento de extrañamiento que deja en suspense lo que hay al otro lado. El enfoque en perspectivas cortas y estáticas, frontales o levemente altas, transmiten de antemano el silente reposo propio de cualquier estancia doméstica. Asimismo, las luces tamizadas por transiciones que van de la intensidad casi cegadora del vano al claroscuro de zonas interiores de la habitación, dan una sensación de espacio verdadero, humano, vivido.
Amalia García Rubí.