MÓNICA VÁZQUEZ AYALA
VISUAL ARTIST / FINE ART PHOTOGRAPHER
MÁS ALLÁ DE LOS SUEÑOS...
EXPOSICIÓN MGEC
Más allá de los sueños,
donde bien y mal no existen,
allá me encontraré.
(Una serie de sueños catastróficos extravagantes.)
Se dice que Saint-PolRoux, todos los días antes de irse a dormir, solía colgar un cartel en la
puerta de sucasa solariega de Camaret.
Este cartel decía: LE POÈTE TRAVAILLE. El poeta trabaja
(mientras sueña).
Manifiesto Surrealista.
Con diecisiete años , mis padres me castigaron una larga temporada confinada en mi cuarto.
Curiosamente fue una de las mejores épocas de mi vida; leía, dormía, soñaba, sin noción del tiempo, día y noche.
En cuanto cerraba un libro, me rendía ilusionada a la ensoñación, preparada para adentrarme en una vida pa- ralela, donde me esperaban grandes aventuras.
En uno de los sueños que quedaron en mi memoria, me puse en la piel de un príncipe volando al rescate de una princesa apresada en un castillo, cuyo raptor decapitaba conejos pegando portazos. Mi vuelo hacia el castillo estaba acompañado por aves gigantes, con largas plumas de colores, revestidas con jaulas doradas a modo de armadura, cuyas bisagras chirriaban al batir las alas.
Muchas de las quimeras que me han dejado huella, no solo me han inspirado y enriquecido, sino que también han contribuido a forjar la persona que soy hoy en día.
Mónica Vázquez Ayala 2023
BIOLUMINISCENCIAS MARINA PEREZAGUA
De todos los recuerdos que tengo con Mónica Vázquez Ayala, hay uno que sobresale: estamoslas dos en la playa, es de noche, nos desnudamos de manera espontánea y nos metemos en el mar. No recuerdo la temperatura del agua, a pesar de que era invierno y debía de estar fría; no recuerdo cómo nos secamos al salir, tampoco si fuimos directas a casa. Sólo recuerdo las palabras de Mónica en el mar oscuro. El hecho de que haya olvidado todo lo demás, viene a confirmar un rasgo vital en la obra de Vázquez Ayala: el arte como hacedor de existencia.
Al mover los brazos para mantenernos a flote mientras hablábamos, el agua se volvía fluorescente. Eran las noctilucas, una microalga que, cuando se invade su espacio, lanza una bioluminiscencia como resultado de una reacción química. Es conocida también como chispa de mar. Mónica me hablaba de su interés por trabajar con los desechos, la basura, como herramienta para sus obras. Mientras me contaba sus proyectos, yo sentía la pasión –la chispa– de lo que ella veía, tanto su obra pasada, como la que aún no se había materializado.
En aquellos momentos, Mónica mostraba un hambre voraz por la creación en esa soledad que acompaña al artista cuando aún tiene que reclamar un lugar que justamente se ha ganado, esto no parecía desanimarla. Algo más tarde, el éxito de obras como El sueño de Rousseau (2016) que, de manera muy visionaria, adquirió el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, vendría a ofrecer algo de aliento que, al igual que la soledad, deben de acompañar al artista, para que los frutos maduros no se arruinen en el suelo, y puedan tener el sentido de aportar la nutrición al espíritu de quien entra en una obra de arte. En El sueño de Rousseau Mónica está desnuda. Desnuda como aquella noche en el mar, y desnuda como en muchas de sus obras. Esta desnudez no es un detalle gratuito, así que ténganla en cuenta como símbolo y como correlato mental del trabajo de Mónica mientras lean este texto y, en especial, cuando entren en su obra.
Poco tiempo antes de nuestro baño marino, nocturno, fluorescente y desnudo, un artista chino llamadoPeng Wang, que en ese momento trabajaba en proyectos artísticos vinculados con los desechos, encontró el cuerpo de una recién nacida en un vertedero de Wang Village, en la provincia de Jiangxi. Más tarde, empezóa encontrar una gran cantidad de fetos en otros vertederos. Esto no era nada excepcional. La política del hijo único en China tuvo como consecuencia que las madres que se negaban a abortar fueran abiertas por los propios médicos para extraerles el feto o, muchas veces, un bebé ya al final de su periodo de gestación, un serhumano completo. Otras madres esperaban a dar a luz para abandonar a sus hijas: las niñas recién nacidas eranabandonadas en las calles o en los mercados por madres y padres que deseaban tener un varón o que ya habíantenido un hijo previo. La vida en los mercados transcurría como siempre, las compras, los cotilleos, las risas,el trabajo, los regateos entre conocidos, mientras las recién nacidas, aún con el cordón umbilical, atraían las moscas ante el asombro de los compradores que observaban cuánto puede llegar a soportar un recién nacido sin ningún tipo de nutrición o cuidados. Días, a veces eran días, y luego terminaban en los vertederos o en los ríos.
Peng Wang decidió comenzar a hacer fotos de las bebés sin vida, y a veces las llevaba a casa para poder limpiarlas, para no olvidarlas, y es que Peng Wang tenía un objetivo de memoria histórica: sabía que la política del hijo único se revocaría en algún momento, y no quería que nadie olvidara que hubo miles de mujeres que o bien abandonaron a sus bebés o bien fueron arrastradas como cerdos para sacárselos a la fuerza del vientre, cuerpos a los que ni siquiera se les daba una sepultura y aparecían en bolsas de basura con una etiqueta que decía «Desecho sanitario» [11]. Peng Wang, tras descubrir que los recién nacidos eran parte de la basura de todo un país, decidió coger El libro rojo de Mao, y pintar un feto por cada página, 366 fetos en total, todos distintos, en tamaño, en expresión, 366, para indicar que el matar se trata como un crimen diario, mejor dicho: cotidiano.
Si hablo de la obra de Mónica Vázquez Ayala en conexión con la de Peng Wang, es porque ambos comparten un atributo que resulta a la vez artístico y social. Para empezar, la basura como herramienta es sólo una de las muchas épocas artísticas en la obra de ambos. Pero, además, ninguno de los dos veía en la basura lo que los demás vemos: desperdicios. Lo que hacían en realidad, era una labor de rescate, aunque tal vez ni Vázquez Ayala ni Wang lo supieran. No tienen que saberlo, no es esa su labor. No son misioneros, no son políticos, no tienen un discurso creado para venderse a sí mismos, simplemente son, y en esa autenticidad, en esa desnudez, reside lo que entendemos por creación.
Mónica ha nacido para crear y para dejarse crear, dejarse encontrar. Pero las obras que contiene este catálogo son de naturaleza muy distinta a aquellas de la época a la que me acabo de referir más arriba. Entonces, ¿por qué he empezado por la relación de Vázquez Ayala con los desechos? Porque voy a desdecirme: las obras de este catálogo son de la misma naturaleza que aquellas de sus inicios, aunque en apariencia (sólo en apariencia) totalmente distintas. Las obsesiones de un artista suelen ser siempre las mismas. Lo que marca esa fluorescencia imprevista, ese algo que diferencia unas creaciones de otras, reside en un cambio de mirada, una observación desde otro ángulo, una apertura al mundo desde un paisaje distinto. El símil más cercano que se me ocurre sobre esta idea de reconocer la unicidad de lo múltiple está en la arquitectura arqueada de los puentes curvos japoneses. Estos puentes no son planos, trazan un arco, y gracias a ello quien los cruza puede ver el paisaje desde diferentes niveles. Cruzarlos es entonces no sólo el acto de pasar de una orilla a otra, sino de ver cuántos paisajes caben en un solo paisaje. Se trata de la misma realidad, pero al mismo tiempo, es una realidad.
Ahora Mónica Vázquez Ayala nos presenta una serie de obras que tratan sobre sus sueños. Y para confirmar mi tesis anterior, es decir, que Vázquez Ayala crea desde la sinceridad que provoca el latir de una obra de arte, me remito a unas líneas del libro Sobre la naturaleza de los sueños, del escritor mexicano Hugo Hiriart [22]:
«Los sueños no los hace el que sueña. Es decir, los sueños no se inventan. Nadie sería capaz de componer o inventar un sueño. No está en la psicología de la invención la posibilidad de inventar un sueño. Mi sueño es mi sueño, es más, pertenece a mi más recóndita intimidad personal, pero el sueño no lo hago, nolo fabrico, no lo invento yo: mi sueño es algo que me sucede a mí».
En este párrafo está la verdad estética, ética y creativa de Mónica. El arte es algo que le sucede a ella, y por eso nos interpela desde una polifonía que admite ese acto con el que el mundo en llamas de hoy está acabando: el diálogo, la duda, la creación desde el único lugar posible para un artista:
La grieta.
Así lo confirma Vázquez Ayala:
Los sueños me han enseñado mucho, por ejemplo que no tengo la razón ni la verdad absoluta y que puedo estar muy equivocada, también lo que se siente al hacer el mal, e incluso lo que piensan las personas que son totalmente opuestas a mí en sus creencias . Observar mis sueños, me ha abierto la mente. En los sueños vamos más allá de nuestras percepciones limitadas y condicionamientos morales para revelar una naturaleza más compleja y trascendental; donde dejas de juzgar y escuchas y ves realmente lo que está sucediendo a tu alrededor sin ideas preconcebidas. Soñar es una manera de vivir, una vida paralela, un desahogo, un alivio, una manera de libertad y de encontrarse con uno mismo.
Y, dentro de esta colección, un ámbito del sueño fundamental: la pesadilla. No hay nada más auténtico que un sueño, y no hay nada más revelador que una pesadilla. Aunque conozcamos sus orígenes, una pesadilla es siempre un hallazgo, un tesoro que no hemos buscado, un misterio que se nos aparece como acertijo o como la maravillosa ofrenda de lo oculto que está destinado a permanecer tal cual, arrullado, hibernal, enrocado en aquella gruta en el fondo marino. Así, Hiriart, hace la siguiente afirmación acerca de las pesadillas:
«Un sueño no puede empezar como una pesadilla, sino que empezamos soñando algo que no es pesadilla y ese algo brusca o gradualmente, se transforma en pesadilla. La pesadilla es entonces una especie de descubrimiento, el descubrimiento de lo pavoroso en lo inofensivo, ese descubrimiento opera mediante la transfiguración de lo inofensivo en lo amenazador» [3].
Personalmente no soy capaz de afirmar si alguno de mis sueños nació ya en estado de pesadilla, pero creo que todas las pesadillas que he tenido y tengo no comienzan por su naturaleza pesadillesca, sino que el terror se va construyendo poco a poco, hasta ese despertar que, siquiera por unos instantes, nos ha permitido ver el rostro desconocido de un misterio que no está fuera, sino en nosotros mismos, y que no hemos creado, sino que nos va creando sin que nosotros sepamos de qué manera. Esto es lo más terrorífico de la pesadilla: el terror nace de nosotros. Nosotros somos la pesadilla, nosotros somos el monstruo. Mónica indaga en esa verdad, a través de las obras que aquí les presenta, sin miedo a mirar de frente a la Medusa cuya sólo imagen nos convierte en piedra. Mónica no necesita usar como espejo el escudo de bronce de Perseo para mirar al miedo de manera indirecta. Mónica lo saca de sí misma, nos lo presenta, y tiene la generosidad de compartir esto tan íntimo, más íntimo que el amor: el espanto.
Comencé este texto con alusiones al artista chino Peng Wang en China, lo cual (no creo que sea una coincidencia) me lleva a enlazar con la segunda parte que, junto con las pesadillas, conforma las obras de este catálogo: las sombras chinescas. En esta colección, las obras de Vázquez Ayala dialogan con la obra de la directora de cine alemana Lotte Reiniger, que utilizaba siluetas animadas como vínculo creativo. Sin duda, esto se aprecia en el aura dramática de ciertas obras de Mónica en sus escenografías con cartón. Pero, además,
hay que pensar que el arte de las sombras chinas es un arte milenario, anterior incluso al teatro que comenzó a utilizar estas técnicas durante la dinastía Han. Al igual que en las pesadillas, las sombras chinas son un misterio, nadie sabe en realidad de qué materia están hechas las siluetas, qué son cara a cara, sin la mediación del papel, o de la luz. Digamos que, mientras que en las obras de los sueños, Mónica nos pone de cara a una revelación, a eso que sale de nosotros mismos, a lo terrorífico que también nos conforma, en las sombras chinescas nos invita a descubrir la naturaleza del misterio, si queremos, porque el misterio en sí mismo, el misterio que no se revela nunca, también es bello.
Tal vez uno de los secretos para un mayor bienestar espiritual está en el arte auténtico, en el arte que nos crea, que nos interpela, que nos cuestiona, el arte como indagación, tal vez hacia una resolución, o tal vez, el arte como compasión, porque en un sueño somos todos y todas, somos los blancos y los negros, los asesinos y las víctimas. Mónica se deja crear por sus obras. Sus obras son lo que le sucede a Mónica, como esas luminiscencias marinas que brillaban mientras ella me contaba, desnuda y en el mar nocturno, lo que ni siquiera ella sabía lo que era, porque, como dijo el poeta germano Angelus Silesius:
«La rosa no tiene porqué. Florece porque florece».
Ni siquiera uno mismo puede contradecir sus sueños, los sueños se imponen, tienen una genealogía propia, de ahí su gran capacidad de liberación, valentía y resistencia. Bienvenidos a la misteriosa verdad de los sueños y las sombras de una mujer valiente, y de los sueños de todos y todas, un misterio revelador del más importante de los mundos: el de la libertad absoluta de nuestra mente y nuestro corazón. Un regalo que nadie nos podrá quitar jamás.
Marina Perezagua
Nueva York, 5 de noviembre 2023
1 Referencia al documental One Child Nation (2019), dirigido por Nanfu wang y Jialing Zhang.
2 Hiriart, Hugo. Sobre la naturaleza de los sueños. Ediciones Era, 1999.
3 Ibidem